DEJARE MIS HERIDAS…
Quiero alejar los dolores
y vivir una fantasía de recuerdos del futuro:
esos son tiempos para
mi alegría íntima, que es austera, pero sólida y devorante.
Dejaré las heridas en el pasado
y las lágrimas depositadas en el estero nativo de mi tierra,
para calmar estos tiempos presentes
y recibir una nueva espera.
No es fácil hacer una extrapolación de recuerdos:
la imaginación es una fuerza para crear
y sacar desde zonas obstruidas un pensamiento hábil
que me sea natural
y me refleje,
que cure mis heridas
y me ayude a recordar el pasado de mi alma,
por mí y por el amor.
Hoy quise mirar el ayer amargo
y los sufrimientos.
Puedo mirar el pasado,
pero no seré ignorante para mirar su miseria.
De esta aflicción
que no me es indiferente,
Pedro Piñones Diaz
PAPA MINERO
Ahora, lejos,
miro las primaveras de Illapel:
sin duda hoy son otros los tiempos,
pero la pobreza es la misma de ayer.
Las alegrías de la niñez son blancas
Y se acercan a los aires
para sembrar estrellas
en el aire polvoriento de los caminos.
Tú te despiertas con el cobre en tu pecho.
De la montaña rugosa y áspera
vienes llegando.
Y los días no fueron buenos allá en la veta.
Ahora ya no es como antaño,
cuando era fácil recoger el cobre y el oro
de los ríos.
En ti los colores han ido cambiando:
eres más viejo
te has hecho viejo allí en las laderas de los cerros,
perforando a mano la roca para sacar cobre.
Eres un relicario de fuerza y coraje, padre.
Fuiste siempre así, valiente,
y desafiaste cada mañana.
De tu cuna a tu sepulcro, siempre fue lo mismo:
luchaste y levantaste tu cara al cielo.
Respirando humos oscuros en las minas,
fumaste tus cigarros, bailaste cuecas,
y me queda el recuerdo de tu cariño por la familia.
Nunca te vi ebrio, pero, sí, fuiste bien “chucheta”
y tenías otras mujeres.
Yo seguiré dedicándote mis versos.
Porque tu vida fue sufrida, pero digna,
te mantendré en mi santuario
como un ejemplo digno de seguir
cuando llegan los malos tiempos.
Simplemente agradecido,
¡muchas gracias, Papá!
CINCO FUERON LOS MUERTOS
En Cabildo
cinco fueron los muertos
muchos niños se quedaron sin padres,
como un holocausto.
Allí, en la herida de los cerros de mi pueblo.
A los cinco el fascismo los mató,
ellos nada habían pedido,
solo que fueron sinceros consigo mismos.
Pero esa riqueza del alma
se las robaron a balazos.
No olvidaremos
el silencio después de las descargas.
La metralla asesina
agujereó los cuerpos a mansalva,
inocentes masacrados
por el ejército del Diablo Verde.
Lancemos la bestia horrible
a los agujeros del infierno.
Tánto inocente caído.
A ellos, nuestro homenaje
Que es de no olvidar.
¡y jamás olvidaremos!
Aún no es tarde
No es tan tarde
para detener a los asesinos.
Porque más tarde... será demasiado tarde.
Ya perdimos a los indígenas,
Millares más han caído
en este mundo fulminado por las armas
de un mandamás furioso
que mata y roba nuestros niños.
Aún no es tan tarde
para detener ese pulpo infernal.
Más tarde, será demasiado tarde:
él se habrá comido las conciencias
y sus miles de tentáculos
tomarán nuestros lugares,
decidirán por nuestras almas
serán dueños de nuestras vidas
inocentes y victimadas.
A veces la libertad de conciencia
puede ser... muy inconsciente.
Más tarde, será muy tarde.
TAMARA
Vi los ojos de la primera muerte:
unos ojos fijos hacia el sol.
La radio decía que …. éramos libres.
La ciudad me decia que no era libre.
Su pelo caía desgreñado
sobre su cara.
Su cuerpo, cortado a balazos.
Vi en esos momentos
cómo se le escapaba la vida:
sus manos, por primera vez,
indecisas, flácidas, tocando el cemento.
Yo no veía su risa,
yo no escuchaba el nuevo sol para el mundo,
que ella anunciaba con orgullo.
Allí, entre bosques y vertientes... se quedó su vida
con los puños crispados.
Ni una lagrima en ese momento,
cascadas de sangre bajaban a la tierra,
su cuerpo estaba frío, mojado por las aguas.
La gente que la miraba, se persignaba.
Nosotros llorábamos en silencio
en ese tiempo de revueltas.
El cielo quiso
que los truenos rompieran la danza macabra.
Y el día mismo fue rompiendo el miedo.
Alli estaba en su primera muerte,
mirando al mundo,
con las manos apretadas,
como susurrando …nada ha pasado…
todo sigue,
nada de lágrimas.
De pie, los amigos,
allí en ese sur ensangrentado,
en ese sur de tiranía.
Sabíamos muy bien
que el catecismo de los traidores
es de miedo y es de muerte.
Por eso te mataron.
Ahora sé que mi camarada
se quedó en la noche.
Ahí comenzó la muerte
y nacieron los poemas, derribando a los injustos,
los poemas a la memoria de un ser justo
que se quedó en la noche,
lanzando estrellas libertarias.
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