EVOCACIÓN A MI NIÑEZ Por Pedro Piñones |

Tendría 7 o 8 años
iba a la escuela N° 1 en Illapel
vivía en el barrio Puente de Piedra
que al parecer era un barrio bravo.
Un día caí enfermo
y la “sabia” de mi abuela Margarita
dijo, “le hicieron un mal al niño”
y mi padre otro “sabio” caballero
sin decir nada
me subió a un tren que iba a Salamanca.
Era chica esa ciudad
cruzamos la plaza y nunca más el olvido
las lagartijas de colores que entre las plantas corrían
luego caminando de la mano de mi padre
atravesamos el río y pasamos por el lado del cementerio
todo era soledad y sufrimientos en esa tierra
Luego seguimos montañas arriba
cruzamos ríos canales, quebradas
llegamos a una aguada
una casa grande vimos
en el patio perros y gatos
al fondo sentada una señora gorda y desdentada
de edad imprecisa, sonreía.
“Buenos días los estaba esperando”, nos dijo muy segura
“sabia que me traería al niño”,
ah!! dijo mi padre perplejo
este niño dijo la señora Candelaria “está embrujado”
“le hicieron mal por envidia”
yo se lo sacaré, aunque será largo y difícil, sentenció.
Me llevó a una pieza grande
había una vela y un santo
y comenzó un aquelarre sin igual
yo estaba asustado, gemía por los dolores al cuerpo
ella me untó todo el cuerpo con un liquido espeso
y comenzó a rezar el padre nuestro al revés
y las 40 estaciones redobladas.
Me dio de tomar un té amargo y me calmé
ella sudaba, se veía muy fatigada
estaba luchando contra la muerte
y defendiendo la vida
combate a los espantos malignos de las oscuridades.
Se pasó el día y mi padre sentado bajo un parrón
la “meica” Candelaria, le dijo, “ ya está volviendo el niño”
y debe venir durante seis meses los viernes días de los espíritus buenos y solo
al escuchar eso me espantó, pero cerré los labios
se dirigió a mi padre con autoridad, la meica
“ y tú, Juan pondrás esta cruz de palos de palqui en la puerta de tu casa
eso detendrá los envidiosos”, le dijo.
Era cerca del fin del día, pues el sol, se escondía con rapidez
en los cerros de Cumcumen y Chalinga
tomamos el tren de nuevo, bajando por montañas y junto al río
llegamos a la estación de Illapel, era de noche
mi padre no habló en todo el viaje
eso era señal de amargura y de pena
en él no era normal, siempre me hablaba
pero esta vez se quedó mudo
quería saber quien podría haber hecho ese mal.
Mi madre Juana Ester
preparó las tisanas ordenada por la meica
y dormí tranquilo
al otro día a clases
y todos los días viernes de nuevo
a recorrer caminos buscando sanidad
con esa santa brujita llamaba Candelaria.
Ese era el recorrido de la medicina
cuando yo era pequeño,
primero los ungüentos y yerbas hogareños
después a la meica y los espíritus
y finalmente esperar el destino…
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